El inicio de 2017 trajo cambios en el gabinete de Mauricio Macri, el más llamativo fue la salida de Alfonso Prat Gay del Ministerio de Hacienda y Finanzas públicas y su reemplazo por una cartera desdoblada compuesta por Luis Caputo en Finanzas y Nicolás Dujovne en Hacienda. Uno de los temas que Caputo deberá resolver con celeridad (teniendo en cuenta el cambio de gobierno en Estados Unidos) es la toma de deuda del Estado.

La asunción de Donald Trump de mañana, 20 de Enero, genera cierta incertidumbre frente al futuro de las tasas de interés internacionales y por este motivo, estos días son cruciales para resolver al menos, el crédito internacional a recibir durante el primer semestre de 2017.

El 11 de enero se autorizó mediante el decreto 29/2017 la toma de deuda por 20 mil millones de dólares y se estima que para poder financiar el presupuesto anual, ser tomarán otros 20 mil millones durante el transcurso del año.

Luego de un año con pronunciada caída del PBI (alrededor de 1,5%) y ante una proyección anual inflacionaria del 17%, el Estado se encuentra en la necesidad de encontrar un balance entre la premura de incrementar el gasto público por obvias necesidades (pero además por la proximidad de las elecciones legislativas) comenzar a revertir los efectos negativos y recesivos de las políticas aplicadas durante 2016 y continuar transitando, al menos discursivamente, la búsqueda de un presupuesto equilibrado para continuar accediendo a créditos relativamente bajos y al armado de un terreno sólido para supuestas inversiones extranjeras.

No es una locura imaginar que ante este escenario, al que se suma un primer semestre cargado con vencimientos de deuda anterior, la cifra de 40 mil millones de dólares resulte superada al llegar el tercer trimestre del año.

2016 cerró con una deuda pública bruta de 265 millones de dólares[i], lo que representa un 53% del PBI, para el futuro sin dudas que esta cifra crecerá, el flamante ministro Caputo aseguró llegar al 2020 con 8 o 9 puntos más en esta relación, pero lo cierto es que las tendencias y la celeridad de ciertas decisiones no parecen garantizar ese techo de endeudamiento.

La toma de deuda es un hecho que puede ser discutido, pero nunca debe perderse de vista el destino de los fondos. La realidad es simple, si el financiamiento externo se destina a infraestructura, planes sociales y búsqueda de obtener recursos nacionales a través de la industria, es una cosa, pero si finalizará cubriendo deuda de gastos corrientes y especulaciones financieras, lo cierto es que se habrá avanzado un poco más en dirección contraria a un país que pretende crecer genuinamente.

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[i] Cifras del Ministerio de Hacienda y Finanzas

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